Siempre he dicho que mi llamado ha sido llamado de misericordia, porque es desde donde Dios, me quiere salvar…y mi vocación empieza ahí en la misericordia de Él.
Todo comienza con la enfermedad y muerte de mi papá. Para mí, él era mi gran amigo, mi papá era mi todo, y al morir él, repentinamente mi corazón y mi vida se bloquearon. Sentí que mi mundo se acababa y entró en mi corazón la rebeldía, la confusión, el coraje y el reclamo, quería saber ¿por qué Dios se llevaba lo que más amaba?, tenía yo 16 años.
Y es cuando entran al escenario las hermanas religiosas. Ellas empiezan a invitarme a acompañarlas a los pueblos, y a asistir a retiros en su casa. Yo sin saberlo, me fui enrolando, y aquello me fue gustando. Un día en un retiro recuerdo que nos preguntaron ¿qué queríamos ser? – y yo me aventé al ruedo diciendo: “quiero ser religiosa”. Ni sabía lo que decía, ni que quería pero me aventé.
Con el dolor de la pérdida de mi papá, a mi mamá no le gustaba nada la idea, de que yo fuera religiosa, ni el hecho de que mis hermanos apoyaran mi decisión. Así, sin tener mucha información de qué era o qué hacían las hermanas, me decidí, le dije que “sí” al Señor. Él me tomó muy en serio y aquí estoy.
Cuando llegué a Guadalajara, al hospital del Sagrado Corazón de Jesús y ver en la capilla aquel Corazón de Jesús, que con sus brazos abiertos me recibía, confié, me abandoné y le dije: “Tú me traes hasta aquí, Tú te encargas de todo” . Y hasta hoy, Él se ha hecho cargo. Dios es fiel y no defrauda. Han sido 25 años de subidas, bajadas, tropiezos y levantadas. De entrega, de gozo y realización.
No me arrepiento de decirle “sí” todos los días al proyecto de Dios en mi vida, y con una frase de mi santa fundadora Santa María de Jesús Sacramentado, que siempre me ha motivado, voy por este camino de salvación en mi Congregación de Hijas del Sagrado Corazón de Jesús, a la cual amo y admiro… El agua canta, a pesar de encontrarse piedras en el camino, las salta cantando.