Muchas personas me han preguntado ¿cómo surgió mi vocación?, y es todo un misterio de amor. Lo que sí te puedo contar, son los signos que fui descubriendo a lo largo de mi vida y cómo Dios me invitaba a seguir sus pasos.
Cuando tenía 7 años fui monaguillo en la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria en Monterrey, hasta entrar en la secundaria dejé de ser monaguillo, por la carrilla de los amigos; pero nunca dejé de asistir a misa los domingos.
A los 15 años comencé de nuevo asistir a los grupos que había en la parroquia, tanto monaguillos, liturgia, lectores y pascua juvenil.
Todo comenzó con un sueño que yo quería cumplir: el de estar crucificado. Es decir, experimentar lo que Jesús vivió en la cruz, y gracias a Dios a mis 15 años pude cumplir ese sueño. Comencé a ir a misa diaria, y sin darme cuenta mi vida giraba en torno a la parroquia, pasaba más tiempo en la Iglesia que en mi casa.
El padre Eduardo Ezequiel Zapata Martínez, tuvo mucho que ver en mi vocación, al igual que el padre Jesús Lizalde Vázquez, que fueron respectivamente mis párrocos. Al ver su entrega generosa hacia su ministerio y la convivencia que tenía con ellos, me llevó a tomar la decisión de seguir sus pasos, porque los veía que eran felices en lo que hacían, y era algo que yo buscaba en mi vida, ser feliz.
Gracias a Dios que fue poniendo todos los medios para que yo pudiera seguir sus pasos. No me arrepiento de la decisión que tomé, porque realmente me siento plenamente feliz en esta vocación tan hermosa. que es el sacerdocio, a la cual Dios me invitó, y solamente dije que Sí, y Él se ha ido encargando de todo lo demás.
A ti joven que sientes la inquietud por la vida sacerdotal, has tuyas las palabras de Jeremías “Me sedujiste Señor y me deje seducir, o las palabras de San Juan Pablo II “No tengas miedo de responderle a Dios”.
P. Sebastián Bautista