Soy la hermana Gabriela Guadalupe Morales Mariscal, tengo 26 años y pertenezco al Instituto de las hermanas Misioneras de la Santa Cruz, donde he permanecido durante casi 12 años.
Nací en una familia poco religiosa, no asistía a misa y nunca me había llamado la atención. El primer contacto que tuve con la Iglesia fue porque necesitaba los sacramentos, como en muchas familias, lo veían como un requisito solamente. En el catecismo tuve un primer acercamiento a Dios, pero al terminar no hubo quien me llevará a misa.
Dios siempre busca la manera para que podamos descubrir su llamado, y en mi caso lo hizo por medio de mi familia. Cuando tenía 11 años invitaron a mi madre a unas pláticas de Biblia, empezó a ir a misa y yo iba obligada por ella. En poco tiempo la obligación se convirtió en deseo de conocer a Dios e ingresé al equipo de liturgia.
Tuve la oportunidad de conocer a las hermanas Misioneras de la Santa Cruz porque ellas servían en mi parroquia. Una de ellas me invitaba constantemente a ser religiosa y siempre le dije que no, hasta me ofendía que me invitara.
Con el tiempo fue naciendo una inquietud en mí, que vi más clara el día en que cambiaron a mi párroco, quien me ayudó mucho en este camino vocacional. El ver su jovialidad, su obediencia, la alegría con que aceptó el cambio y la disponibilidad con que atendió a cada persona, sin importar su condición social, me llevaron a pensar: “yo quiero ser como él”.
A la edad de 14 años ya estaba preguntando lo que se necesitaba para ser religiosa. Realice un proceso de discernimiento con las hermanas, que me hizo tomar la mejor decisión.
Hubo muchas dificultades porque era muy chica, mi familia no quería que yo me fuera de casa, las congregaciones me pedían mayoría de edad, pero mi inquietud era tan fuerte que no podía esperar y gracias a Dios, que fue acomodando todas las cosas, pude ingresar al Instituto el 14 de agosto de 2006.
Después de la vivencia de formación, realice mis primeros votos en el 2009 y el 15 de agosto de 2013 hice mi consagración perpetua. El Señor Jesús y la Virgen de los Dolores han sido mi guía y fortaleza durante todos estos años.
Mi consejo para aquellos que lean mi historia es que nunca se rindan, porque aunque sean muchas las dificultades, nada es imposible para Dios, sobre todo si te quiere para Él. Sólo deben hacer mucha oración para poder dar la respuesta correcta al llamado que Jesús les hace.