Soy el P. Luis Alberto Chávez Guerrero de los Oblatos de San José. Actualmente me encuentro sirviendo como formador en el Seminario Mayor de los Oblatos de San José en Monterey, N.L.
Tengo 17 años como religioso y 11 años en el ministerio Sacerdotal. Entré a la comunidad de los Oblatos de San José a la edad de 15 años. Mi vocación la comparo mucho con el pasaje de 1 Sam 3,1-10 que es la vocación de Samuel. Mi llamado no tiene nada de extraordinario, en el sentido que no fue un llamado por medio de una conversión inmediata, alguna enfermedad o alguna revelación. Nada de eso. Dios tiene sus planes y él sabe cómo lo va realizando de una manera tan sutil que cuando menos te das cuenta, Él ya ha realizado toda la obra.
La invitación fue tan sencilla, no formaba parte de ningún grupo juvenil de mi parroquia, llamada San Mateo Apóstol, ubicada en Huichapan Hidalgo; pero eso sí, siempre llegaba yo a la parroquia a participar de las fiestas, del rezo del santo Rosario, de la adoración Nocturna, de los primeros viernes del mes dedicados al Sagrado Corazón de Jesús, de las misas dominicales, de algún servicio que se necesitara y como conocía a la sacristana de ese momento me invitaba a apoyarle en alguna labor y a mí me gustaba.
Así ha sido mi llamado, me ha ido preparando para cada uno de los momentos, yo sin darme cuenta, el Señor me comenzaba a llamar y quizá como Samuel no me percataba del todo que ya estaba a su servicio.
Durante el verano, participando en un retiro vocacional que preparaban los hermanos oblatos en mi parroquia, ellos me invitaron a participar en un preseminario que estaban organizando, y no lo dudé, pues me gustaba todo este ambiente.
Después de haber vivido el preseminario, no sabía qué elegir, todo era bueno. Platiqué con mis papas sobre esta inquietud y me dijeron que yo decidiera y ellos me apoyarían. Yo esperaba que me dijeran ¡no!, no te vas, hubiera sido un poco más sencillo. Pero me siguieron animando los hermanos, la sacristana que me conocía muy bien, mi párroco y pues decidí entrar al Seminario.
Desde este momento todo cambio, era muy feliz, pero había algo dentro de mí que no sabía que era en ese momento, hoy después de todo este tiempo, sé que es el amor de Dios que se derrama en bendiciones, al haber escuchado su llamado, claro, tampoco ha sido todo fácil, ha habido pruebas vocacionales, pero con la oración, el acompañamiento en la formación, la vivencia plena de los sacramentos se pudieron superar y como san Pablo nos lo menciona varias ocasiones en sus cartas, hay que perseverar, ser constantes y tener la meta siempre fija. Hoy estoy muy contento al estar sirviendo a Dios y a los hermanos a través de la Vida Consagrada.